Descubre cómo Leo Espitia y los 20 Corazones Valientes vivieron una experiencia única con delfines que inspira valentía, esperanza y alegría.
Desde su nacimiento, Leo Espitia ha enfrentado grandes desafíos, pero nada ha frenado su alegría ni su deseo de descubrir el mundo. Vive cada instante con valentía, amor y esperanza, demostrando que el Síndrome de Treacher Collins, una condición genética que afecta el desarrollo facial y auditivo, no define quién es ni limita su capacidad de soñar.
“Cuando conocimos su condición, sentí que el mundo se me venía encima. Pensé que no estaría con nosotros mucho tiempo”, recuerda su mamá, Laura Benavides.
Pero la vida de Leo cambió al cruzarse con el programa Corazones Valientes, una iniciativa conjunta de Compensar Salud y el Instituto Roosevelt, que ofrece atención integral a niños con enfermedades raras y condiciones de alta complejidad. Gracias a este acompañamiento, Leo ha pasado por cirugías complejas y tratamientos que han mejorado su audición y su capacidad de comunicación, permitiéndole disfrutar de la vida con más confianza y calidad.
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Una aventura en el mar
Recientemente, Leo y otros 19 niños de Corazones Valientes vivieron una experiencia inolvidable en Santa Marta, donde pudieron interactuar con delfines. Entre abrazos, juegos y risas, los niños descubrieron que la vida puede ser maravillosa, incluso frente a los desafíos más grandes.
“Pude tocar a los delfines, abrazarlos y darles un beso. Hasta me botaron al mar”, cuenta Leo con una sonrisa que lo dice todo.
Este sueño se hizo realidad gracias a la unión de esfuerzos del Banco de Millas de Avianca, el Centro de Vida Marina, el Hotel 3H de Santa Marta y el apoyo de 650 colaboradores de Compensar, quienes hicieron posible que los niños vivieran esta experiencia inolvidable.
Dale play y vive junto a Leo y los 20 Corazones Valientes esta aventura inolvidable:
Un mensaje que trasciende
Leo nos deja un recordatorio que va más allá de su diagnóstico: “mi vida es muy increíble, la verdad. Quiero decir que nos amemos mucho. Gracias a los que me apoyaron. Y gracias a Dios por mandarnos allá a Santa Marta”.
Su historia nos inspira a valorar cada momento, a creer en los sueños y a apoyar a quienes más lo necesitan, recordándonos que, con amor y esperanza, todo es posible.




